Por Alison García
Muchas veces, hablar modifica el problema, y no precisamente el problema externo al cuerpo, hablamos de cómo la modificación va desde la parte interna de exteriorizar el conflicto desde nuestro sistema. Reprimir emociones se denomina como alexitimia que es ser incapaz de identificar y expresar las emociones. A medida que atravesamos este proceso de somatización, el cuerpo reacciona de tal manera que, inconscientemente, convierte los problemas psicológicos en síntomas que afectan a nuestro cuerpo. Debes saber que una enfermedad psicosomática puede estar provocada por emociones negativas o por problemas emocionales provocados por el estrés, la ansiedad o la depresión.
“Hablar mata la cosa” dijo Lacan, utilizando esta frase para referirse a la liberación emocional que se siente cuando el cuerpo suelta lo que reprime en la mente y no expresa, como son molestias, sentimientos, etc. Y al externarlo, por consecuencia, aligera el sistema y quita peso al conflicto, libera a la persona de todo lo que no habla y que retiene; que si lo representamos solo es ir llenando cada vez más el valde de agua, todos sabemos que si el agua no se filtra o se escurre, el agua se puede desbordar cuando el balde está lleno, lo mismo sucede con todas las emociones que almacenamos, porque es más fácil ignorar que estar de pie frente a las consecuencias que emergen críticamente de la conversación a la que se refiere de lo que denota hablar.
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Tenemos el gran tabú que hablar de nuestros sentimientos solo muestra nuestra propia vulnerabilidad ante los ojos de los demás, sin embargo hablar trae paz, libertad y satisfacción, ya que con esto podemos expresar todas las cosas buenas y malas que componen lo que somos.
Hablar también ayuda a los demás porque les ayuda a identificarse contigo, lo que a su vez ayuda a crear coincidencias, donde las coincidencias van de la mano con la expresión, contar tus experiencias y ser escuchado no es solo una prueba de justiciar lo que puedas el problema, si no también se puede usar de forma positiva para otros y para ti.
Muchas cosas que callamos vienen de todas las veces que nos silenciaron, o de las consecuencias que como producto de expresarte te hicieron sentir culpable o inseguro por decir lo que pesaste, o lo que sentías, el miedo es lo que gobierna en este sentido, “mejor me callo para que no me regañe” “mejor me callo para no sentirme juzgado”. Si las personas estuviéramos dispuestas a escuchar más de lo que estas personas reprimidas pudieran hablar, entonces aquí la importancia que también existe en escuchar para que los otros hablen y, ciertamente, es de notar que esta simple dinámica también concierne de la interacción entre personas, es decir, de cómo tomas lo que escuchas, ya que si el emisor siente e interioriza que no es conveniente expresarse, es muchas veces por el que escucha y cómo escucha.
“El más profundo acto de sanar, es hablar. El más profundo acto de ayudar, es escuchar” (Hannah)