Por Alison García
Psicóloga Clínica
Cualquier tipo de relación se ha vuelto tan volátil, pero a pesar de eso, es posible encontrar muchos elementos duraderos en las relaciones y, esta vez, sí hablamos de relaciones amorosas, porque hemos romantizado estas relaciones.
En la actualidad, el amor se enfrenta al mayor inconveniente, que es el de existir en el tiempo. Las relaciones tienden a ser más cortas debido a la búsqueda constante de la felicidad (en lugar de tener que trabajar por ella) y el exceso de oferta de relaciones, de amigos, conocidos, el ambiente de trabajo y/o salir a lugares sociales antes de conocer gente nueva. Las redes sociales como fenómeno moderno han ampliado el abanico de posibilidades, con cambios repentinos y la necesidad de gratificación instantánea.
La conexión real se vuelve desconocida, la atracción física parece ser lo más importante y el requisito a cumplir para conectarse, y no miento cuando digo esto, aunque queremos sonar muy maduros cuando decimos “yo no me fijo en el físico”, ya que, sí hacemos eso, pues ciertas características de la otra persona no son atractivas a nuestro gusto y ojos. Hoy en día es difícil escuchar que alguien te escribió un poema, pero no pedir se ha convertido en la norma “si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero”, es absurdo, ya que en el pedir siempre va a implicar el dar y el recibir; y comunicarse en muchas relaciones se ha omitido porque prefieren callar, a pelar, que es como todos categorizan ahora el manifestar y hacer saber lo que les incomoda o molesta de la relación.
No puedo mentir, he estado de ese lado, y explicar el sentimiento tan intrusivo que uno presenta ante vivir estas situaciones se vuelve angustiante. Mucho de todo este conflicto es el no conocerse a sí mismo porque a raíz de eso nos volvemos permisivos, como parte de la dinámica; se sabe que uno no termina de conocerse y que el camino que se recorre para al menos entenderse, es bastante largo, se descubren muchísimas cosas que creíamos ocultas.
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Zygmunt Baumann fue un sociólogo y filósofo que acuñó el término “vida líquida” o “modernidad líquida” y luego habló de “amor líquido”. Reflexiona que hoy preferimos la velocidad a la duración. Todo es descartable, todo tiene fecha de caducidad, y si nos vamos a modernizar, tenemos que movernos rápido. Queremos experimentar y sobrevivir a todo rápidamente y olvidarnos de disfrutar el presente. Buscamos relaciones que nos den gratificación instantánea pero que no nos hagan perder el tiempo. Las relaciones fracasan porque las personas no se toman el tiempo para conocerse realmente. Por eso las relaciones modernas se vuelven difíciles porque no les permitimos arraigarse; en el momento en que una persona o relación nos da satisfacción, la desechamos y pasamos a la siguiente. Esta es una característica de la sociedad moderna, pero no es la norma que se aplica a todos.
Lo valiente, al menos en esta corta relación, es que algunas personas son conscientes de a qué se enfrentan, y podemos estar seguros de que están informadas y más preparadas para afrontar estas apasionadas despedidas y encuentros constantes con nuevas personas, nuevas ideas y nuevas experiencias. La valiente verdad es que tienen el poder de salir y darse la oportunidad de encontrarse nuevamente con grandes mentes, no suena patético en absoluto, pero también hay demasiado riesgo en esta dinámica de sabelotodo.
“He venido aquí sin expectativas, sólo para declarar, ahora que tengo la libertad de hacerlo, que mi corazón es y siempre será tuyo”. Sentido y sensibilidad