Por Alison García
Psicóloga Clínica
Me olvido que pocas veces me pongo a mí primero, rara vez disfruto de mí y de todo lo que conlleva ser yo, pocas veces soy amable conmigo en mis días malos, rara vez acepto que necesito un descanso, rara vez comprendo mi tristeza y olvido que yo también soy alguien y que en mi vida debería de ser más importante de lo que me considero, cuando la realidad es que la prioridad siempre debí ser yo.
Siempre puse a los demás en primer lugar, sin darme cuenta de que quería demostrar que era una persona valiosa, y todo lo que tenía que hacer era dejar de lado las habilidades y necesidades abrumadoras que me hacían ir más allá en la vida para hacer un esfuerzo adicional, incluso aunque fuera el doble de bueno para otros. Pensaba que si hacía más me querrían más, que si complacía más podría pertenecer pensaba que si entregaba sin freno podría ganarme el cariño de otros. El tiempo es imposible de recuperar, di lo que me nació, pero hoy sé que nunca estuvo bien, dar de más no es lo adecuado, al menos no para obtener amor de vuelta.
La vida te dirá de diferentes maneras que algo no está bien para ti, de maneras extrañas y dolorosas que no van con lo que planeaste. Pero en algún momento lo agradecerás, agradecerás la paz que sientes, agradecerás haber llegado a este punto, un día inesperado dirás que hubo vínculos que no querías más, que hay ese amor ordinario que ya no iba más contigo, que había mucho que no quería para ti, y que no merecías muchos de los tratos y actos injustos de otros.
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Las respuestas a tus preguntas no llamarán a tu puerta y probablemente no las obtendrás de los consejos de otros, por mucho que las desees; la verdad es que en el mejor de los casos puede que solo queden más años o más cosas que recordar, pero la respuesta nunca se da. Cuando llega el amanecer, las preguntas que persisten en tu mente toman la forma de dudas porque tienes miedo de verlas como lo que realmente son, una declaración. Porque ante la duda, normalmente ya existe una solución, pero decidimos ignorarla y pensar en “qué es mejor” dejar las cosas así, que llevar esa responsabilidad. La verdad de todo siempre esta en mente, pero no queremos escucharla y por ende verla.
Recuerda mantener un sentido interno de empatía que te permita ver y comprender los momentos más vulnerables de la otra persona. La empatía es la cualidad divina que despierta nuestra humanidad. Hazte un favor y no intentes salvar a alguien de su destino, no cargues con sentimientos o problemas que no te pertenecen, no intentes arreglar a otras personas, porque eso no es empatía, es miedo a enfrentarte a tus propios conflictos.
¿Ahora entiendes?
Las raíces del árbol rompieron el cemento alrededor porque le impedía crecer, creo que subestimaron lo grande que podía llegar a ser.