Por Alison García
Psicóloga clínica
Durante el curso de vida, cada uno de nosotros lleva consigo un conjunto único de rarezas, aquellas peculiaridades que nos definen más allá de las apariencias superficiales y físicas. La elección de quiénes tendrán el privilegio de conocer estas facetas más íntimas de nuestra personalidad es una decisión crucial que impacta directamente en la calidad de nuestras relaciones interpersonales.
Compartir nuestras rarezas implica abrir una ventana a nuestro ser más auténtico, revelando aspectos que a menudo preferimos mantener ocultos por temor a ser juzgados o no ser incomprendidos. Este acto de vulnerabilidad, sin embargo, es esencial para construir conexiones genuinas. La autenticidad en las relaciones es el cimiento sobre el cual se erige la confianza mutua.
Por otra, a quienes le mostramos este tipo de curiosidades de nuestra autenticidad no deberían ser seleccionados al azar. La elección consciente de las personas con las que decidimos compartir nuestras rarezas es fundamental para cultivar relaciones saludables y significativas. La confianza debe ganarse gradualmente, y no todos están preparados para recibir y valorar esa autenticidad.
Es esencial evaluar la reciprocidad en la relación. Una conexión profunda y auténtica implica un intercambio mutuo de vulnerabilidad, es ahí donde podemos preguntarnos ¿Estamos dispuestos a escuchar y comprender las rarezas del otro tanto como esperamos que lo hagan con las nuestras? Este equilibrio la posibilidad, para el crecimiento emocional y la comprensión mutua entre quienes nos solemos desenvolvernos.
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Además, debemos considerar cuanta confianza depositamos en la persona a la que nos permitimos mostrarle esta parte de nosotros. La confianza es el pegamento que mantiene unida una relación, y compartir nuestras rarezas implica depositar esa confianza en manos de otros. La historia compartida, las experiencias vividas juntos y la consistencia en la lealtad son factores determinantes que indican si la confianza es merecida.
Por lo contrario, el establecer límites saludables, es parte de entender que no todas las personas con las que nos relacionamos deben tener acceso a esa parte de nosotros, pues algunas relaciones pueden ser más superficiales y no requerir el mismo nivel que aquellas más cercanas y profundas. Establecer límites no es un acto de rechazo, sino más bien una medida para preservar nuestra privacidad y proteger nuestra integridad emocional.
La elección de quién conocerá nuestras rarezas es un proceso reflexivo que impacta directamente en la calidad de nuestras relaciones. Al discernir cuidadosamente, evaluando la reciprocidad, el nivel de confianza y estableciendo límites saludables, podemos construir conexiones más auténticas y significativas.
Al compartir nuestras rarezas con aquellos que realmente nos valoran, creamos un espacio donde la autenticidad florece, fortaleciendo así los lazos que nos unen a otros en esta travesía llamada vida. Al compartir nuestras peculiaridades con personas de confianza, creamos un espacio de aceptación mutua. Sin embargo, es importante considerar el contexto y la vulnerabilidad puede fortalecer la conexión, la calidad de la relación y el nivel de confianza determinarán cuánto de nosotros mismos compartimos con los demás.
“No hay belleza perfecta que no tenga alguna rareza en sus proporciones”. (Francis Bacon)
