Por Alison García
Psicóloga Clínica
Es muy común que nos cuestionemos el dar una oportunidad más a personas que ya se les dio el “chance” de hacerlo diferente y siguen equivocándose. Dar mil oportunidades puede servir para mostrar generosidad, compasión y paciencia hacia alguien que está luchando por mejorar o cambiar su comportamiento. Sin embargo, también es importante establecer límites saludables y reconocer cuándo es necesario poner fin a una situación que no está mejorando a pesar de las oportunidades otorgadas.
Mucho viene de que como sociedad y seres humanos nos hemos construido sobre la base de la imperfección y el error. En el camino, todos nos encontramos en algún momento necesitados de una segunda oportunidad porque equivocarnos es válido. Sin embargo, en nuestras relaciones y grupos en los que nos emergemos, el acto de dar múltiples oportunidades a otros se erige como un pilar fundamental de la empatía, la compasión y el crecimiento personal.
Es esencial reconocer que todos somos susceptibles al error y no estamos excluidos de que pueda suceder. La vida está llena de situaciones complejas y desafiantes que pueden llevarnos por senderos equivocados. Luego entonces en este contexto, la capacidad de otorgar segundas oportunidades refleja una comprensión profunda de nuestra propia humanidad compartida. Al darle a alguien una segunda oportunidad, extendemos la misma gracia que deseamos recibir cuando nosotros mismos cometemos errores.
Es importante señalar que dar segundas oportunidades no debe ser un acto ciego de indulgencia. Y es importante establecer límites claros y saludables, pues las segundas oportunidades deben ir acompañadas de una comunicación abierta y honesta, así como de expectativas claras. Si bien es admirable ser compasivo, también es esencial proteger nuestra propia integridad y bienestar emocional.
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Si el comportamiento que fue el índice de conflicto entre las personas continúa sin cambios significativos, puede ser necesario tomar medidas más firmes, como establecer consecuencias claras o incluso distanciarse de la persona en cuestión, dependiendo de la gravedad de la situación y el impacto en la propia vida, pues a veces, aunque se trate de familia no siempre uno tiene que seguir soportando actitudes hirientes para uno mismo.
El valor de dar múltiples oportunidades radica en la capacidad en la que uno puede fomentar la conexión humana y el crecimiento personal. Al practicar la compasión y la empatía, construimos relaciones más sólidas y profundas sin permitir de manera negativa que ciertas actitudes, o pensamientos invadan nuestra individualidad. Además, al ofrecer segundas oportunidades, brindamos a otros la posibilidad de transformarse y poder emendar errores sin dejar del lado que como parte humana nosotros también nos equivocamos y algún día esperamos también encontrarnos con alguien que nos dé la oportunidad de emendar en donde nos equivocamos.
Es difícil dar segundas oportunidades y aún más difícil es pedirlas. Una oportunidad para hacerlo de nuevo, sabiendo lo que sabes ahora, lo que has aprendido. Una oportunidad para hacerlo totalmente diferente. Una oportunidad de intentar curar el daño que le hemos provocado a alguien por incumplir una promesa, por nuestros errores, por algo que sin querer hicimos.
Es difícil recuperar la confianza en alguien, pero si tienes la suerte de que ese milagro se haga realidad, no desaproveches lo que se te da y no vuelvas a fallar jamás o perderás a esa persona para y siempre…