Por Alison García
Psicóloga Clínica
Olvidamos que fuimos tan solo unos niños, que las preocupaciones de entonces no eran la mismas que ahora, y anhelo sinceramente volver a tener una infancia tan grata, y espero también que en su mayoría así haya sido; pero abrazo mucho a los que no les fue así.
¿Pero es tonto no? Hoy podemos conflictuarnos por quienes somos, dejando de lado que llevamos un total de cada paso que hemos dado para cocernos como somos el día de hoy. Hay ocasiones que nos recalcan tanto nuestras equivocaciones que evitamos hacerlo, ¿y saben qué? Que cansado es ir todo el tiempo en modo alerta por el miedo a errar; en una ocasión alguien puntualizó tanto un error mío que mi respuesta solo fue “déjame equivocarme, para poder aprender y crear experiencias”. Un error no es malo, un error es aprendizaje solo que solemos no empatizarlo y caemos en el hoyo de no permitirnos errar.
Me enojé muchísimos cuando la vida me quitó algo que no estaba lista para perder y me partió como nunca el corazón cuando alguien se fue de mi vida de un día a otro, y claro que alguna vez se tuvieron que modificar los planes cuando el destino hizo de las suyas. Y cuando todas esas cosas nos rompen podemos estar enojados, heridos, cansados y, hasta cierto punto, caemos en aferrarnos a eso; pero, y si solo aceptamos lo que la vida nos manda y lo que nuestras decisiones nos permitieron posicionarnos el día de hoy en donde estamos, aceptar que las cosas pasan, que las personas cambiamos y que, aunque cueste lagrimas aprender a hacer las paces con todo eso. Aún nos falta vida, y la vida no solo se mide en el tiempo que pasa, sino en cómo lo llenamos. Nos falta vida en los momentos que postergamos, en las emociones que reprimimos y en los sueños que abandonamos por creer que no son posibles.
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Nos falta vida en las risas que no compartimos, en los abrazos que dejamos para después, en las palabras que nunca nos atrevimos a decir. Nos falta vida cuando dejamos que el miedo a fallar nos paralice, cuando sacrificamos momentos presentes por un futuro incierto o cuando las pantallas nos roban el contacto humano. Aún nos falta vida cuando la rutina nos absorbe, cuando los días se convierten en repeticiones y nos olvidamos de lo que nos hace sentir vivos. Nos falta vida en las despedidas apresuradas, en los “te quiero” que nunca dijimos, en los “lo intentaré mañana” que terminan enterrados bajo el peso de los años.
Olvidamos que somos más que nuestras preocupaciones. Que la vida no nos espera, que se escurre entre los dedos mientras pensamos en lo que pudo ser o en lo que vendrá. Y mientras tanto, el ahora, el único momento verdaderamente nuestro, se nos escapa.
No todo tiene una razón, porque realmente a veces no la tiene simplemente pasa, y pasarán cosas que no nos merecemos, pero aún nos falta vida y lo que nos espera seguramente trae consigo muchas cosas bonitas para nosotros, para nuestro corazón y para quienes amamos.
