Por Monsetrrat García
Siempre he pensado que San Juan del Río es un lugar con magia, en este municipio nació mi mamá, María Luisa, específicamente y literalmente en la comunidad de La Laborcilla, pero debido a la falta de oportunidades debió migrar a la Ciudad de México desde los 12 o 13 años, edad en la que inició su vida laboral, unos años después conoció a mi papá, Rosendo, y otros años más tarde se casaron y tuvieron tres hijos, yo fui, desde luego, la más bella, los otros dos, Rosendo y Luis, están bien feos, pero son buenas personas… El punto es que mi relación con San Juan del Río nace del cordón umbilical; cada año, en septiembre o diciembre, veníamos a visitar a los abuelitos, doña Cata (q. e. p. d.) y don Demetrio (q. e. p. d.), casi siempre era un viaje difícil, de Ecatepec, estado de México a San Juan, porque no contábamos con vehículo y debíamos usar los llamados “guajoloteros”, que eran el transporte público colectivo que existía en aquel entonces, quienes los conocieron saben de qué hablo, mucho zangoloteo y un fuerte olor a combustible, a l@s niñ@s casi siempre les provocaba dolor de cabeza, náuseas o, de plano, vómito; y luego, para llegar a la comunidad teníamos que caminar muchísimo porque no había suficiente transporte que pasara por La Laborcilla, de hecho, en aquel tiempo, en esa zona no había agua potable, energía eléctrica y continúa sin drenaje… Debido a que está más cerca y además porque en el mercado local venden carnitas bien sabrosas, por lo regular mis papás preferían llegar a Amealco de Bonfil, sin hacer parada en el Centro de San Juan del Río, así que pocas veces nos deteníamos en la cabecera sanjuanense, algunas ocasiones era para visitar a las tías, Esperanza (q. e. p. d.), Antonia (q. e. p. d.) y Francisca; pero recuerdo muy bien que en una de esas veces que nos detuvimos en San Juan, durante mis años de adolescencia, estaba con mi papá esperando a mi mamá y hermanos, quienes habían ido a comprar algo, mientras nosotros permanecíamos con las maletas frente a la gasolinera de la curva, en avenida Benito Juárez, esquina con Panamericana; en ese momento, contemplando y llenando mis sentidos de San Juan del Río me sentí tan feliz que le dije a mi papá “algún día vendré a vivir para acá”, fue un pensamiento que no me persiguió con insistencia, de hecho no lo volví a tener, fue hasta que terminé la universidad cuando las cosas se dieron de manera muy natural y, efectivamente, ahora soy sanjuanense y cuando alguien se atreve a ponerlo en duda, cual niña presumida, saco este argumento, “mi mamá nació en San Juan del Río y ¿Y tus papás de dónde son?”, porque obviamente, la mayoría de los habitantes de San Juan tienen familiares originarios de otros lados, ya sea la mamá, el papá o los dos… pero la verdad a nadie le digo que mi abuelita nació en el estado de México, según me contó, y, al parecer, mi abuelito nació en Amealco, aunque de eso no tengo certeza. Al final, tod@s l@s que habitamos esta tierra somos sanjuanenses y a mí me encanta serlo por elección.
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P. D. Les comparto una foto de La Laborcilla, donde para mí, inició la magia