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Dejar de asumir

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Por Alison García
Psicóloga clínica

La sociedad nos impulsa, muchas veces sin darnos cuenta, a llenar los vacíos de información con suposiciones que en su mayoría son irracionales. Asumimos intenciones, emociones, o incluso los pensamientos de los demás basándonos en fragmentos incompletos de la realidad. Es un hábito humano común, pero también una de las trampas más grandes en nuestras relaciones, en nuestra comunicación y en nuestra percepción del mundo.

¿Por qué asumimos? Tal vez porque nuestro cerebro busca atajos o maneras para entender lo complejo, eso que no es tan visible a la simple vista. Rellenar los espacios vacíos con ideas irreales nos ahorra tiempo y esfuerzo, pero al mismo tiempo, abre la puerta a malentendidos, prejuicios y conflictos. Pensamos que sabemos lo que otra persona quiere decir con una mirada, con un silencio o con una palabra dicha de forma inesperada que ciertamente el lenguaje corporal nos dice muchas cosas sin embargo nos posiciona en hipotetizar al mismo tiempo que interpretar una acción. Pero la verdad es que, detrás de cada acto o palabra, hay una historia que no siempre conocemos.

A primera vista, la suposición puede parecer inofensiva, pero ¿Cuántas relaciones han sufrido sólo porque alguien asumió algo que nunca fue cierto? ¿Cuántos conflictos surgen porque asumimos lo peor en lugar de buscar la verdad? Cuando damos por sentado, dejamos de escuchar y razonar sobre lo que es verdad. Dejamos de ver a los demás como realmente son y empezamos a interactuar con una versión de esa persona creada por nuestra mente, que sin la mentira podría ser el resultado de todas las acciones o pensamientos acumulativos que logramos tener hacia esa persona u otros y no, NO es un sexto sentido el que a menudo nos lleva a que esas situaciones se vuelvan ciertas.

Sugerimos: El exceso de empatía también destruye

El problema con las suposiciones no es sólo lo que imponemos a los demás, sino lo que nos imponemos a nosotros mismos. Cuando asumimos, nos encerramos en nuestras propias interpretaciones, ignorando la posibilidad de que existan otras verdades. Nos limitamos, nos aferramos a ideas falsas y a menudo sufrimos por cosas que ni siquiera son ciertas. En lugar de interpretar un gesto, una palabra o un silencio, podemos acercarnos a ellos con curiosidad y respeto. Al hacer preguntas, no sólo obtenemos respuestas claras, sino que también fortalecemos las relaciones al demostrar que estamos realmente interesados el uno en el otro.

Al detenernos y pensar, tenemos la oportunidad de considerar el hecho de que cada persona tiene un mundo interior que no siempre podemos comprender a simple vista. Al abrirnos a la posibilidad de que existan razones más profundas detrás de las acciones de otras personas, comenzamos a verlas con compasión en lugar de juzgarlas. Cuando dejamos de suponer, empezamos a escuchar. Al escuchar, descubrimos verdades que pueden transformarnos. Dejamos de reaccionar por miedo o incertidumbre y comenzamos a reaccionar con intención consciente.

Respira. Pregunta. Escucha. Y recuerda que no hay mayor muestra de respeto hacia los demás y hacia ti mismo que vivir en la claridad y el entendimiento, en lugar de en la sombra de las conjeturas.

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