Por Alison García
Psicóloga Clínica
El desorden que llevamos dentro es a menudo un reflejo del caos interno que acumulamos a lo largo del tiempo, una mezcla de pensamientos no resueltos, emociones reprimidas y deseos no satisfechos que, agitan nuestra paz mental y nos desvían de nuestro enfoque. Este desorden puede manifestarse de muchas formas: ansiedad, frustración, sensación de vacío, o incluso la sensación de que no tenemos el control de nuestras propias vidas.
A veces, este desorden surge de expectativas que los demás han impuesto sobre nosotros, de roles que hemos asumido sin cuestionar, de la presión por cumplir con estándares que ni siquiera sabemos si queremos cumplir. Nos vamos llenando de ideas y creencias que no son nuestras, y en lugar de seguir el rumbo, nos perdemos en un mar de exigencias ajenas. En otras ocasiones, este caos interno es el resultado de heridas emocionales no resueltas, traumas del pasado que hemos decidido ignorar en lugar de enfrentarlos. Creemos que, si los escondemos lo suficiente, desaparecerán, pero lo único que logramos es que se acumulen, haciendo más grande el desorden.
También puede nacer de la falta de conexión con nuestro propósito o con lo que realmente veíamos para nuestro futuro. Vivimos en una sociedad que nos impulsa a ser productivos, a alcanzar metas constantemente, a estar siempre en movimiento, pero pocas veces se nos invita a detenernos y reflexionar sobre lo que realmente queremos. Nos enseñan a medir nuestro valor en función de lo que logramos, y no en función de lo que somos.
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Llevar esta carga nos cansa, nos drena, y afecta nuestras relaciones, nuestra autoestima y nuestra capacidad para disfrutar de la vida. A menudo, ni siquiera somos conscientes de cuánto espacio ocupa ese desorden en nuestra mente y en nuestro corazón. Seguimos adelante, día tras día, ignorando las señales de agotamiento, hasta que llega un punto en que ya no podemos más, y el caos que llevamos dentro comienza a desbordarse.
La clave para ordenar el caos interno no está en eliminarlo por completo, porque el desorden es parte de la condición humana. Todos tenemos algún grado de conflicto interno, y eso está bien. El cambio ocurre cuando aprendemos a vivir con ese desorden de una manera saludable, cuando aprendemos a gestionarlo en lugar de dejar que nos controle. Para ello, es fundamental practicar la autocompasión, entender que no somos perfectos y que está bien no tener todas las respuestas. También es importante aprender a estar presentes, a conectar con nuestras emociones sin juzgarlas, a darles espacio para que se expresen, y luego soltarlas.
Nos invita a cuestionar lo que no funciona en nuestra vida, a tomar decisiones más alineadas con nuestros verdaderos deseos y a crear un espacio interno donde podamos sentirnos en paz, aun cuando todo a nuestro alrededor esté en movimiento.
“Ordenar ese caos no significa tener todo bajo control, sino encontrar un equilibrio entre el caos y el orden, entre lo que somos y lo que queremos ser”.
