Por Alison García
Psicóloga Clínica
Las personas no pueden darte lo que no tienen y eso es algo que muchos nos cuestas entender.
Con el tiempo, uno aprende que las palabras se las lleva el viento y que las promesas vacías pesan más que el silencio. Aprendes a observar e identificar, a escuchar más allá de lo que te dicen, a prestar atención a lo que realmente hacen. Porque cuando a alguien le importas, se nota y cuando no es así se nota aún más. No necesitas rogar, no necesitas insistir, no necesitas mendigar un poco de atención. La gente hace tiempo para lo que quiere, y si tú eres una prioridad, lo sabrás sin necesidad de preguntar.
El esfuerzo no siempre se mide en grandes gestos o detalles materiales. A veces, se ve en las pequeñas cosas como es en un mensaje inesperado, en una llamada para saber cómo estás, en un “te pensé hoy” sin motivo alguno. Se ve en alguien que se queda cuando todos los demás se van, en quien te escucha cuando no tienes ganas de hablar, en quien te entiende sin que digas una sola palabra o sabe incluso cosas que uno no percata de sí mismo.
Cuando alguien realmente quiere estar en tu vida, no te lo dice una vez para luego desaparecer de tu vida y volver cuando sea su antojo. Lo demuestra con constancia, con interés, con actos y no solo promesas vagas. El “no tengo tiempo” no existe para quien desea estar, pues quien quiera estar lo demuestra sin necesidad que se le sea pedido. El “se me pasó responder” no aplica cuando hay verdadera intención. Porque el que quiere, busca la forma; el que no, simplemente encuentra excusas.
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Y es duro, porque muchas veces nos aferramos a las palabras bonitas, a las promesas que suenan bien pero nunca se cumplen porque nunca tuvieron la intención. Nos ilusionamos con migajas, pensando que en algún momento vendrá el banquete ese del que tanto nos hicimos fantasías. Pero la verdad es más sencilla: quien te quiere, te lo demuestra. Quien te valora, hace el esfuerzo. Quien te elige, lo hace todos los días, no solo cuando le conviene o lo considere necesario.
Así que no te conformes con menos de lo que uno puede darse a sí mismo. No aceptes un “me importas” que no venga acompañado de acciones y no solo de palabras vacías sin intenciones de ser cumplidas. No te quedes donde tienes que luchar para ser notado o si quiera visto. Mereces a alguien que haga del esfuerzo una costumbre, no una excepción. Alguien que no te haga dudar de tu valor, sino que te lo recuerde con cada gesto con la intención de que te sientas querido, y apreciado con toda la extensión de lo que conciernen estas palabras.
Porque al final, el esfuerzo de alguien es, y siempre será, el reflejo más claro de su interés en ti.
