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La casa de la Abu

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Por Alison García
Psicóloga Clínica

Mis escritos siempre vienen con información que pueda ayudar, por que como profesionista de la salud esa es mi intención, pero el día hoy este escrito en especial es para quien fue mi viejita jija, este escrito va hasta el cielo donde las grandes personas nos esperan con tanto amor como lo hicieron en vida.

Para: mi viejita Ma. Luisa Olalde Salazar

La casa de la Abu siempre fue una mezcla de muchos olores, colores, texturas y ruidos, por que al llegar nos encontrábamos con olor en la cocina, cocina a la que nadie podía dejar de meter mano, el ruido de sus pajaritos cantando, quiero creer ellos le cantaban a ella, y en los últimos años el ruido de las misas que veía en la tele, colores y olores de sus miles de plantas y flores, texturas que podías experimentar cuando se le ocurría hacer un pan, el mismo que me escondía porque solo el de ella me podía acabar. No sé cómo regresar a su casa ahora por que al llegar no está, pues la regla principal era ir a darle su beso y eso no podía faltar y, así lo hice hasta el último día.

Había escuchado de la ausencia tan profunda de una pérdida, pero jamás la había sentido tan fuerte como el día de hoy. Las lágrimas vuelven en cada recuerdo, escribir sobre ti jamás se había vuelto tan duro, escucharte discutir ahora creo que me es necesario un poco más, la vida permite muchas cosas, pero ojalá esta misma viniera con instrucciones para aceptar que todo tiene un fin, un fin que siempre siente tan de golpe.

Sugerimos: Aprender a extrañar

Siempre he dicho que la vida es efímera, que hoy estamos y mañana no, pero a ti te quería eterna, quería un eterno olor de tu comida, de ese olor de la casa donde toda una familia inició y emigró, del recorrer de tu venas en las manos, manos con las que construiste y educaste a todos los que te consideramos nuestra madre, le agradezco a la vida por ser tú quien nos educó y mucha razón tenías cuando al regañarnos decías “yo no les enseñé eso”; mi viejita, tú nos ensañaste solo cosas extraordinarias porque no sabías hacerlo de otro modo y esencia eso era el enorme amor que sabías darnos a tu manera, queriéndonos a cada uno de diferente forma, porque nunca fuiste una persona común y no pudo haber una mejor manera que esa.

Esos ojitos de tras de sus característicos lentes se llevaron muchas historias, esas mismas que recodaremos desde el corazón, desde tu refutar, hasta tu carita de felicidad al ponerte tus canciones preferidas o porque te trajimos tu coquita. Nos dejas fríos con la falta de tus abrazos, pero dichosos de ser tu familia, tus hijos, nietos y bisnietos.

“Todos nos exigen secarnos las lágrimas y pararnos de golpe, como si eso no causara vértigo, pero pasará la vida, pero no el amor, y llegará el día en que se irá el dolor y volveremos a estar reunidos, porque no fue un adiós sino un hasta pronto”.

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