Por Alison García
Psicóloga Clínica
*Podemos reconocer el caos no solo por la confusión que trae, sino por la posibilidad que esconde
Sabemos que estamos en caos cuando todo lo que creíamos controlado se desmorona ante nuestros ojos. El caos se manifiesta cuando lo que creíamos constante se desvanece, cuando los planes no se cumplen y la dirección se vuelve incierta. Es esa sensación de estar desorientados, como si el suelo bajo nuestros pies hubiera desaparecido.
El caos también es el ruido interno y externo, cuando los pensamientos se sienten de golpe y las emociones se mezclan, creando como tal caos dentro de nosotros. Lo que solía darnos seguridad ya no nos sostiene, y lo que parecía claro ahora está envuelto en sombras.
Pero también podemos reconocer el caos no solo por la confusión que trae, sino por la posibilidad que esconde. Es como si el desorden sacudiera todo para abrir espacio a algo nuevo. En ese sentido, el caos es un aviso: estamos en el umbral de una transformación.
El cambio se manifiesta cuando en el caos comenzamos a notar pequeñas señales de claridad. No siempre ocurre de manera repentina o dramática; a menudo, el cambio aparece cuando nos recuerda que algo está sucediendo, aunque no lo entendamos del todo.
Sugerencia: Irse con amor
Cuando el mundo parece desmoronarse, es ahí donde la magia despierta. No es en la calma, no en el control, sino en el caos inesperado pues el caos desdibuja las líneas, rompe los moldes y nos obliga a buscar nuevos caminos. En cada grito de desesperación, en cada lágrima, hay una verdad: no es el final, es el comienzo. En el desorden, las piezas se mueven solas, los sueños toman forma, y lo que antes parecía imposible, ahora brilla con fuerza propia. Cada fractura del alma, cada paso en falso, es una invitación a lo extraordinario. El caos es en donde comienza la magia, esa magia que transforma lo común en lo diferente, lo roto en bello. Porque, al final, el caos no destruye, solo prepara el terreno para que a lo que lo nuevo y diferente ocurra.
Lo notamos cuando lo que antes nos generaba angustia comienza a parecer manejable, o cuando, de repente, una idea nueva surge en medio de la confusión. Es ese instante en el que algo dentro de nosotros se aquieta, se vuelva paz, aunque el caos externo persista. El cambio se percibe cuando nuestras percepciones empiezan a ajustarse, cuando encontramos una nueva manera de ver las cosas, de sentirlas.
A veces, el cambio se revela a través de nuestras decisiones. En medio del desorden, optamos por un camino diferente, una opción que antes no habríamos considerado. También podemos verlo en cómo nuestras emociones fluctúan: la desesperación da paso a la esperanza, y el miedo se transforma en curiosidad.
En definitiva, vemos el cambio cuando dejamos de resistir el caos y empezamos a fluir con él, cuando entendemos que el desorden no es una amenaza, sino un catalizador. El cambio es esa chispa de magia que surge cuando, en lugar de luchar, aprendemos a danzar con el caos.