Por Alison García
En psicología, la zona de confort se refiere al estado psicológico en el que las personas utilizan conductas de miedo y ansiedad-evitación en su vida diaria, sin correr ningún riesgo, y logran un desempeño continuo con conductas rutinarias, es un espacio personal formado por estrategias y actitudes que utilizamos habitualmente, con las que nos sentimos cómodos adaptando nuestro comportamiento porque nos sentimos seguros. Éste es un campo donde solo existe lo conocido, un ambiente donde nos sentimos cómodos y seguros donde sentimos que todo está bajo nuestro control, pero la pasividad y la rutina pueden llevar a la apatía y al vacío existencial, lo que dificulta el crecimiento personal. El bienestar que se siente no es producto de la satisfacción o el orgullo personal, sino más bien un producto de buscar refugio en un entorno familiar libre de emociones negativas como la inseguridad o la incertidumbre.
Es claro que al cambiar tu vida donde ya has aplicado una rutina que te pone en tu zona de confort y revela enfáticamente el gran sacrificio y la resignación, porque aunque no estemos listos para subirnos a esta ola de cambio, podemos ver que podemos resistir a la modificación, pero el cambio viene con todo, ya que como tenemos la capacidad de adaptarnos a él, entonces, por ende estamos expuestos constantemente a sufrirlo, lo que en algún momento este mismo cambio se integrara a nosotros como una nueva zona de confort actuando como un paradigma, si bien dichos paradigmas están hechos de cambios sostenidos de lo que ya se había estructurado; así los cambios que sometemos en nuestra vida a los que podemos o resistirnos y que sea aún más difícil y complicado para nosotros o seguir la línea que nos maraca el cambio y con ello ir viendo sobre la marcha qué podemos ir apropiado para nuestro beneficio.
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La pregunta plateada desde el miedo o zona de confort viene de ¿Qué es lo que estamos haciendo y cómo nos estamos movilizando?, y que en todo este trasfondo viene seguido de muchas decisiones y una de ellas es aceptar el miedo que implica tomar el riesgo; ya que el miedo como tal, es una emoción natural que se caracteriza por experimentar una sensación desagradable e intensa ante la percepción de un peligro real o imaginario; por lo que cuando tenemos miedo al cambio, tendemos a caer en ansiedad, al miedo a lo desconocido, a la tristeza, porque sentimos un vacío en nuestro interior, nos sentimos mal por rehacer nuestra vida o porque algo ha cambiado y no podemos hacer nada porque el cambio trae con él la acción de transformar una cosa en otra, abandonar una cosa o situación por otra, o intercambiar alguna cosa por otra que se considera de un valor semejante y esto nos dirige a formarnos ideas que pueden sabotear nuestro éxito por tantas dudas que surgen partir del cambio.
“Solo el más sabio o el más estúpido de los hombres no cambia nunca” (Confucio, filósofo).