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Patrones emocionales

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Por Alison García
Piscología Clínica

Los patrones emocionales, en su esencia, son como caminos trazados en nuestra mente, rutas que seguimos sin darnos cuenta a través de nuestras experiencias, creencias y heridas pasadas. Cada vez que reaccionamos a una situación de manera similar a como lo hemos hecho antes, estamos reforzando ese dicho patrón. Estos patrones se convierten en una parte familiar de nosotros, y aunque a veces puedan parecer inofensivos o incluso útiles, también pueden ser los responsables de mantenernos atrapados en ciclos de sufrimiento.

Reflexionar sobre nuestros patrones emocionales nos obliga a mirar de cerca no solo nuestras reacciones, sino también las raíces profundas que las sustentan. ¿Por qué ante el rechazo reacciono con tanto dolor? ¿Por qué frente al desafío siento la necesidad de huir? Estas preguntas pueden ser intrusivas para nosotros mentalmente y permite examinar no solo lo que sentimos, sino también por qué lo sentimos de esa manera.

Reconocer que muchas de nuestras respuestas son automáticas permite desactivar ese “piloto automático” emocional. No se trata de evitar sentir, sino de aprender a sentir conscientemente, de elegir cómo queremos reaccionar en lugar de dejarnos llevar por los viejos patrones. Esto requiere presencia, atención plena y un compromiso con nuestro bienestar emocional.

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Cada emoción que surge tiene un mensaje, una lección que nos invita a crecer. Al tomar conciencia de nuestros patrones, nos damos la oportunidad de redibujar esos caminos, de crear nuevas rutas que nos lleven hacia respuestas más saludables, más auténticas y más alineadas con quienes queremos ser. Solo cuando hacemos este trabajo interno podemos liberarnos del ciclo de reactividad y transformar nuestras emociones en herramientas de autodescubrimiento y sanación.

Pues si bien los patrones emocionales son aprendidos. Se forman a lo largo de nuestra vida, influenciados por nuestras experiencias tempranas, el entorno en el que crecimos, nuestras interacciones con los demás y las creencias que desarrollamos sobre el mundo y nosotros mismos.
Desde la infancia, observamos y absorbemos las maneras en que nuestros cuidadores y personas cercanas manejan sus emociones, y eso, sumado a nuestras propias vivencias, contribuye a la creación de estos patrones. Por ejemplo, si en la infancia una persona creció en un ambiente donde las emociones eran reprimidas o ignoradas, es posible que desarrolle un patrón de evitar o suprimir sus propios sentimientos.

Estos patrones se refuerzan con el tiempo, ya que tendemos a actuar de manera coherente con las estrategias emocionales que nos resultaron familiares o efectivas en el pasado, incluso si esas estrategias ya no nos sirven en el presente. Afortunadamente, aunque son aprendidos, también pueden ser desaprendidos o transformados a través de la autoconciencia, el autocuidado y el trabajo en el crecimiento emocional.

La repetición de estos patrones ocurre porque nuestro cerebro busca eficiencia y comodidad. Al repetir las mismas respuestas, ahorramos energía y evitamos la incomodidad de enfrentarnos a lo desconocido. Sin embargo, este ciclo también nos puede mantener atrapados en reacciones emocionales que no son útiles o saludables.

O rompemos el patrón o el patrón nos rompe a nosotros…

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