Por Alison García
Psicóloga Clínica
Seamos selectivos, con la vida, específicamente con las personas. Al mencionar esto, me enfocaré principalmente en el tema de tomar decisiones por uno mismo, aunque la selectividad muchas veces viene de no poder decidir sobre algo o alguien, se trata más de poder reconocer quién está aportando y quién solo está entrando a tu vida. Muchas veces pensamos que la selectividad recae en las personas que no suelen tener muchos amigos porque son más selectivas a la hora de hacer nuevas amistades, que tienen pocos amigos y se limitan solo a los que son cercanos y esto puede indicar posiblemente que necesiten más tiempo para adaptarse a la espontaneidad y la apertura a nuevas relaciones.
En este tema podemos mantener la forma de elección y decisión, porque las personas tenemos la oportunidad de elegir lo que más nos conviene. Al saber elegir sabia e independientemente entre varias opciones, podemos asumir la responsabilidad de nuestras vidas y aceptar las consecuencias de las acciones que resultan de las elecciones que hacemos. Es a través de las elecciones y decisiones que tomamos que damos forma a nuestro futuro y formamos nuestro destino. Si tomas una decisión de forma impulsiva, sin reflexión personal, es decir, sin arriesgarte a descubrir alternativas, tu decisión puede fracasar por completo, tu autoestima se verá rebajada, y por tanto la sensación de estabilidad y comodidad no vendrá de ninguna parte. Si te dejas influenciar por lo que otras personas dicen o hacen cuando toman decisiones, no te conviertes en el protagonista principal de tu historia y de tus elecciones; si dejas que otros tomen decisiones por ti, no te haces responsable de las consecuencias, por ende, no te sientes seguro.
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La edad nos hace más conocedores y hábiles para aplicar los filtros protectores adecuados, si bien he escuchado bastantes veces de papá que los amigos se cuentan con los 10 dedos de las manos, hoy entiendo la referencia de esa frase; los amigos verdaderos son pocos e incluso de esa limitada cantidad a algunos de estos se les llega a considerar familia. Cuando tomamos las riendas de nuestra vida vamos de poco a poco perdiendo el miedo, la incertidumbre desaparece y aprendemos a cuidar nuestras prioridades y a saber “quién sí y quién no”. Porque, sobre todo, el crecimiento se trata de lo que merecemos y por lo que luchamos.
Por extraño que parezca, para predecir rápidamente la felicidad o la salud mental, las personas a menudo enfatizan una correlación casi directa entre la cantidad de amigos o relaciones que tiene una persona. El número de vínculos sociales no se relaciona directamente con el bienestar de uno mismo. Son sus cualidades que nos conforman las que nos dan la verdadera felicidad, el equilibrio personal y la satisfacción que nos permiten adquirir sabiduría y experiencia del entorno. Por el contrario, a medida que las personas maduran, el número de relaciones sociales importantes tiende a disminuir, formando un círculo estable en el que las interacciones fomentan la verdadera salud mental.
“No hagas lo que los demás hacen, haz lo que los demás quisieran hacer y no se atreven”