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Ten cuidado con lo que me dices porque no sabes cuánto tiempo se repetirá en mi cabeza

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Por Alison García
Psicóloga Clínica

No todos lo notan, pero las palabras resuenan por el gran valor que tienen. No solo lo que dices, sino también lo que callas tiene un gran valor así que hay que tener cuidado lo que externamos. Para todos, una palabra puede ser una semilla, un espejo o una herida. Son esas personas que guardan frases, miradas, silencios… no por rencor, sino porque pudieran apropiárselas o rescatar algo de ellas.

Yo soy una de ellas.

Cuando hablas con otros, no solo estás hablando con alguien que te responde en el momento. Estás hablando con alguien que, cuando cae la noche, repite tus palabras en la cabeza como si fueran ecos en una cueva sin salida que pueden llegar atormentar y más si esa fue la intención.
Las palabras se analizan, se pueden volver a vivir, les llegamos a buscar sentido, aunque ya hayan pasado horas, días o años. A veces, hasta podemos llegar a imaginar nuevas respuestas que nunca dimos. Porque no es tan fácil soltar y no engancharnos. Porque todo lo podemos sentir demasiado.

He aprendido que la mente no olvida tan fácil lo que duele, pero tampoco lo que cura. Así que, si alguna vez me dijiste algo hermoso, tal vez no lo sepas, pero lo sigo repitiendo en mi cabeza como si fuera una canción que me salva o me ayuda con lo que me cuesta afrontar.

Sugerimos: ¿Cuántas veces nos tienen que lastimar emocionalmente para irnos?

Una palabra que dijiste sin pensar puede quedarse a vivir en mi mente como un inquilino indeseado. Y una palabra que dijiste con ternura puede convertirse en mi refugio cuando el mundo arde. Por eso, cuando hablas, hables hazlo con cuidado. No porque uno sea débil, sino porque somos de esas personas que cargan con las palabras ajenas como si fueran propias. Y no, no siempre es fácil dejarlas ir.

Claro que es importante no tomarnos las cosas personales, sin embargo, solemos darle gran valor al diálogo de otros sobre el de nosotros, y lo importante es respetar nuestras creencias por sobre todo lo que puedan decir con intención de dolo.

Y si buscaste herir con palabras, o quizás no fue tu intención procura remediarlo, pero por dentro en el inconsciente sigue presente quizá no tanto en el tuyo, pero el detalle seria sin en el de la otra persona si sea así, esas palabras aún suenan como un eco lejano que no sabe apagarse si no se pudo discernir sanamente.

Significa aprender a no hacer de toda una herida. A no interpretar cada cambio de tono como un ataque, cada pausa como un rechazo, cada ausencia como una forma de abandono. Porque muchas veces, no lo es. Muchas veces, simplemente no tiene nada que ver contigo.

Tomarse todo personal es vivir en alerta constante, es cargar con pesos que no nos corresponden. Es agotador. Y es injusto también: para ti y para los demás. Porque nadie puede vivir bajo la presión de tener que cuidar cada palabra para no romper a alguien que se rompe con el viento.
Cuidado con lo que dices. No por temor, sino por respeto a la profundidad con la que algunos sentimos y percibimos los diálogos de otros.

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