Por Alison García
Psicóloga Clínica
La expresión “un clavo saca otro clavo” es una de esas frases más comunes que he escuchado y suelen estar presentes cuando hay momentos de dolor emocional. Esta frase sugiere que una nueva experiencia, particularmente y en específico una nueva relación, puede ayudar a olvidar o superar una anterior. Pero, como ocurre con muchas creencias arraigadas en la sociedad actual, es necesario cuestionar hasta qué punto esta idea es efectiva o saludable.
Para entenderlo mejor, cuando trasladamos esta metáfora a las emociones humanas, la dinámica se complica. Los sentimientos no responden de manera inmediata como lo imaginamos; no basta con introducir una nueva experiencia para desalojar el peso emocional de la anterior escena o vivencia.
Es innegable que, en ciertas ocasiones, una nueva conexión o distracción puede dar ese cierto alivio momentáneo u ocasional. Conocer a alguien nuevo, experimentar emociones frescas o encontrar actividades distintas genera una ilusión de progreso o avance. Este cambio de enfoque desvía la atención del dolor, lo que puede interpretarse como una “superación rápida”.
Sin embargo, este alivio suele ser superficial y ciertamente engañoso. Si el duelo no ha sido procesado, lo más probable es que las emociones no resueltas permanezcan latentes y presentes. Incluso pueden manifestarse de formas inesperadas como inseguridad, desconfianza o miedo al abandono en la nueva relación. Desde este punto, el nuevo “clavo” no actúa como una herramienta de sanación o de vuelta a la página, sino como un mecanismo de evasión de la realidad emocional.
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No enfrentar el dolor implica negarle la oportunidad de enseñarnos, fortalecernos y aprender de eso. Además, existe el riesgo de trasladar expectativas no resueltas y repetirlas a la nueva relación. Buscamos en otra persona lo que no obtuvimos en la anterior o eso creemos, proyectando carencias y heridas sin resolver. Esta carga emocional no solo afecta la nueva relación, sino que también nos impide crecer emocionalmente.
Aceptar el dolor y atravesar el duelo nos brinda la oportunidad de conocernos mejor, comprender nuestras heridas y aprender de la experiencia o así bien de nuestros errores. Este proceso no implica quedarse estancado en el sufrimiento, sino permitir que las emociones sigan su curso natural como debimos racionar desde el principio. La introspección, la terapia, el apoyo emocional y las actividades que fomenten el autoconocimiento pueden ser herramientas factibles que con el tiempo, ayudaran a el dolor a transformarse en aprendizaje, y la superación se construirá desde una base sólida y amable para uno mismo.
Cuando el duelo ha sido procesado en un porcentaje alto desde la introspección y la persona se siente emocionalmente disponible, una nueva conexión puede aportar alegría, crecimiento y nuevas perspectivas. La diferencia radica en la intención y es bueno preguntarnos primero, ¿Buscamos llenar un vacío o realmente estamos dispuestos a construir algo genuino? Un nuevo “clavo” puede ser positivo si no está destinado a ocultar el dolor, sino a acompañarnos en un nuevo capítulo de nuestra vida.