Por Alison García
Psicóloga Clínica
Puede ser evidente, pero quizá no queremos admitirlo. El camino que elegimos no es de los que se recorren tomados de la mano. Es estrecho, empinado, y cada paso exige una versión más fuerte, más despiadada de mí. La verdad es que avanzar no siempre es una hazaña heroica; a veces es un acto cruel. Porque crecer, en muchas ocasiones, significa dejar atrás.
Y no se trata de orgullo, ni de soberbia. No es creerse mejor o más que nadie. Es simplemente que hay personas que prefieren estancarse, que se aferran a la comodidad, al miedo, a los mismos círculos viciosos de siempre. Y si nos quedamos ahí no encontraremos el cambio o el crecimiento. No podemos permitirnos quedarnos quietos solo porque a otros les asusta el movimiento.
Así que sí, si nos toca perder gente. Y tal vez ya lo estamos haciendo y eso es lo que nos pesa en el proceso. La convivencia con amigos que no entienden por qué ya no pensamos igual, por qué ya no coincidimos tanto. Familiares que te pueden acusan de haber cambiado, como si el cambio fuera traición. Amores que dijeron querer acompañarte, pero solo si caminábamos a su ritmo y en sus lugares.
Y por momentos duele. Duele más de lo podamos demostrar. Porque al final del día somos humanos. Porque no es malo también querer compañía, comprensión, calor. Pero no cualquier compañía. No a cualquier precio. No si esto significa que hay que frenar el paso para que otros no se sientan incómodos. No es necesario agacharse para encajar. Tampoco hay que pedir perdón por querer más de lo que ya tienes.
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La verdad es que, si hay que perder a todos para no perderse a uno mismo, toca hacerlo a pesar del dolor que esto concierne. Porque no vinimos aquí para complacer ideas equivocadas de nosotros mismos, ni formas de cómo debemos vivirnos. Vinimos a construir. A desafiar. A avanzar. Y si eso significa quedarme solo en algunos tramos del camino, entonces que así sea.
Es posible que encontremos remordimiento o sentirnos culpables, pero no podemos ir arrastrando personas que están cómodas y quieren permanecer inmóviles, vas a crecer y entenderás que todos necesitarán encontrar su rumbo en un paso distinta al tuyo y quizá también uno se acostumbre a ir a la sombra de otros, pero cuando el sol te toca es diferente el reflector puede ser de todos, sin embargo, ¿Qué tanto vas a dejar que lo acaparen con tal de no entrar en conflicto?
No es egoísmo. Es supervivencia del alma. Es lealtad hacia uno mismo.
Y algún día, tal vez, los que también decidieron avanzar nos encontraremos allá arriba, donde el aire es más liviano, y la vista más clara. Donde las pérdidas se entienden como parte del precio de haber seguido adelante a un cambio en el que nos costó bache para llegar ahí.