Por Alison García
Psicóloga Clínica
Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir que nos ama, pero la forma en que te trata no lo demuestra. La palabra ciertamente se valora porque debemos usarla con mucho cuidado, pero su uso se vuelve inconsistente cuando el comportamiento se contradice. Hay cosas que decimos por compromiso, y olvidamos el poder de la palabra y la interpretación, que se vuelve por ende el esperar que se cumpla, entonces al dar crédito a las palabras que fueron de otra persona, olvidamos muchas palabras que no se cumplieron, y seguimos esperando lo dicho.
En esta dinámica lo único que rige entonces es el principio rector en el que se llevan a cabo pensamientos, actitudes o acciones desagradables a través de la racionalidad y el simbolismo; por lo tanto, también se usa como una “solicitud” dependiente más que como una estrategia obligatoria de resolución de problemas. Nuestras acciones hablan por sí solas. Un idioma solo para aquellos con gran fortaleza mental. Sabemos que nuestras palabras no dejarán recuerdos, ni demostrarán lo duro que hemos trabajado.
Las acciones deben ser consistentes con los compromisos o sentimientos verbales y no contradecirlos. Las palabras ciertamente tienen el poder de herir o animar, y algunas veces hablan más fuerte que las acciones por el peso otorgando en la oración que se intensifique.
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Entonces, sabiendo todo esto, seguimos con la esperanza de que “porque él o ella lo dijo, lo hará”, y por esperar demasiado, perdemos la confianza y por ende nos volvemos desconfiados, aunque la desconfianza se define como duda, esta toma el control cuando percibimos a una persona como deshonesta, pero para algunas personas esta desconfianza persiste porque su capacidad de confiar está debilitada y debido a incidentes repetidos con la misma persona, no pueden establecer relaciones sociales profundas y se vuelve a interacciones superficiales.
La vida se hace más ligera cuando dejas de tomarte todo personal cuando te das cuenta de que algunas personas no siempre hacen lo que dicen y cuando te das cuenta de que no puedes obligarlas a cambiar si no quieren y que esta falta de compromiso es solo un síntoma de una realidad que no quieres aceptar. Recuerda, lo que otras personas digan o hagan tiene mucho más que ver con ellos que contigo, así que todo lo que tienes que hacer es soltar, dejar esas palabras, dejar las promesas incumplidas y aceptar para que no tengas que evitar una guerra contigo durante la situación en la que no esperabas estar.
Entonces… La próxima vez que alguien intente convencerte de que le importas, mira lo que hace, no lo que dice.