Por Axel Illescas Tovar
“Hasta mi hija me dice que en el recreo ya ni le dan ganas de comer porque el olor es muy fuerte”, aclara una de las habitantes de Ajuchitlancito, Pedro Escobedo, sobre la granja de cerdos “Granja Paulina, S.A. de C.V” instalada a menos de 500 metros de sus viviendas y que por fin, “gracias a Dios”, fue desalojada.
Este conflicto llevaba por lo menos ocho meses, al principio los dueños de la granja que albergaba a tres mil cerdos, aseguraron a los habitantes que utilizarían químicos para aminorar el olor y la suciedad. Eso no ocurrió.
El 30 de enero de este año, pobladores de esta comunidad bloquearon la autopista federal México-Querétaro, en el kilómetro 183, para alzar la voz en contra de la granja. Aquella vez, gracias a la presión que hicieron, las autoridades vinieron a revisar los permisos y condiciones de la granja. Fue clausurada porque no era apta.
“La comunidad logró un acuerdo, en el que este 30 de marzo ya estaría totalmente desocupada la granja. Cuando llegamos nos dimos cuenta que no era así, en este momento los empresarios nos sugerían que les diéramos unos días más”, señala Elizabeth Chávez Cañas, representante de las y los vecinos en este proceso.
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El desalojo
A primera hora de este jueves, habitantes se movilizaron a las afueras de la granja. Vieron que aún no estaba vacía.
El acuerdo de esta mañana entre dueños y pobladores va así: para desalojar la granja tienen hasta medianoche, pero a los dueños no les alcanza para sacar a los cerdos. Planeaban sólo soltarlos al campo, pero eso sería peligroso. Así que apúntense en una lista, dejarán salir un camión con los puercos e inmediatamente liberarán a 50 y los llevarán al terreno de enfrente, donde cada familia podrá llevarse un puerco a su casa. Así hasta terminar.
A las 11:36 am ya hay al menos 200 personas a las afueras de la granja; adentro, empleados no se saben qué hacen, no dejan pasar a la gente externa. Sólo hasta la malla periférica donde se puede ver un cartel que dice “Compromisos: Con la limpieza, Con el orden, Con la salud, Con la empresa”. En la malla hay sellos de suspensión con fechas del 30 de enero.
Al entrar a la comunidad, a casi un kilómetro, ya se percibe el olor de los puercos, este olor que llega hasta las comunidades colindantes de San Fandila y La Venta, quienes dijeron a los de Ajuchitlancito que si no les hacían caso, ellos también se unían porque esto es insoportable.
A las 11: 52 abren las puertas y sale el primer camión con puercos. Ya vienen los cerdos, así que quienes organizan afuera gritan que hagan una valla humana, que consta de dos filas que van desde la salida de la granja, recto unos 150 metros, cruza la avenida y llega a la puerta de un terreno cercado.
Cinco minutos después del camión, viene la primera manada de cerdos, seguida de personas que los arrean; una de las personas grita que no se muevan porque los espantan, se enoja con un reportero que toma fotos con su cámara y asustó a uno de los animales.
La gente de la cerca humana graba, toma fotos, se ríe y hace “Cht” a los cerdos para que avancen, algunos tomaron palos de los árboles cercanos y les dan golpes para que no se desvíen.
Por fin, la primera tanda de puercos está en el lugar donde los vecinos se los repartirán, se apuntaron 87 en la lista, la persona de la libreta quiso meter a una reportera, la que respondió que cómo se lo iba a llevar hasta San Juan; entre risas acordaron que mejor hiciera a uno carnitas y la invitaban a comer.
‒¿Qué se vayan a donde? ‒se le cuestiona a una mujer.
‒Hay lugares que están aptos para que ellos puedan tener este tipo de granjas. Yo no digo que la carne no esté buena, la carne está buena, pero hay lugares donde ellos pueden estar y sin afectar a nadie.
