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El exceso de empatía también destruye

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Por Alison García
Psicóloga Clínica

Nos ha pasado constantemente que vamos con la intención de cuidar detalladamente nuestras acciones con otros para evitar en su totalidad hacerlos sentir mal, yo le llamo “tratarlos con pincitas”, e ir con regularidad con cuidado con ciertas personas, pero es tan irónico cómo es que llegamos a dejarnos a mismos a un lado con tal de demostrar dicha empatía a los demás, ¿Y ellos se detienen a pensar en si sus acciones te lastiman a ti?

La idea no necesariamente aborda desde dejar de serlo o mostrarse de esta forma con otros dejando nuestra naturalidad, porque claro que siempre logramos un cambio a ser empáticos con otros. Pero si bien, es importante saber con quién si y con quién no siempre serlo, e identificar cuando estén faltando a tu persona y así demeritando tus sentimientos según en el momento o situación que estés atravesando en ese momento.

Cuando esa bondad no conoce límites, nos exponemos al agotamiento emocional que muchas veces no nos dimos cuenta que apareció y al desgaste físico que identificamos como enfermedad. El exceso de empatía puede transformarse en una carga en la que los problemas ajenos se sienten como propios, dejando poco espacio para el autocuidado y esperamos que quienes nos rodean comprendan nuestras emociones y nos acompañen en momentos de vulnerabilidad, pero cuando eso no ocurre, sentimos que nuestras necesidades quedan aisladas y al olvido incluso propiamente.

Sugerimos: El amor no es mendigar…

Sin embargo, la falta de empatía en los demás no siempre es malicia o indiferencia; a veces, simplemente no tienen las herramientas emocionales para comprender lo que vivimos o están tan inmersos en sus propias luchas que no logran ver más allá de sí mismos y es válido. Si el entorno no nos brinda la empatía que necesitamos, podemos buscar personas o espacios que sí lo hagan, sin olvidar que establecer límites siempre es la opción correcta para también protegernos.
Es cierto que hay personas cuyas acciones parecen carecer de consideración por cómo afectan a los demás. Ya sea por egoísmo, ignorancia emocional o incapacidad para reflexionar sobre el impacto de sus actos hacia con otros, su comportamiento puede causar heridas que pueden agraviarse o solucionarse.

Aún así, esto no justifica el daño que causan. Es fundamental reconocer cuándo estamos en un entorno donde nuestras emociones y límites no son valorados. Aunque no podemos cambiar a los demás, sí podemos decidir cómo respondemos ante las decisiones de otros: estableciendo límites claros, alejándonos de quienes nos dañan y rodeándonos de personas que realmente nos valoren. Recordemos que merecemos relaciones donde el respeto y la consideración sean mutuos.

Espero que un día no tengas que resignificar tu concepto de empatía para considerar que el resto lo está siendo contigo, muchas veces hay que dejar de pelearnos con lo inevitable, pues la vida no es un campo de batalla, a veces es aceptar la tormenta y aprender a caminar bajo la lluvia sin perderte a ti mismo.

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