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Agua de cebada de los funcionarios de Bienestar

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Por Axel Illescas Tovar

Alma, la directora de Comunicación Social, explica a la prensa quiénes vendrán hoy: la Delegada, Humberto y el subsecretario de Jóvenes Construyendo el Futuro. Alma se disculpa con los reporteros porque los citaron a las 6, pero está programado empezar a las 6:30 pm, ahorita vienen desde Pedro Escobedo y antes de Amealco, y antes antes de Corregidora, Jáuregui y Querétaro.

Los mismos reporteros se preguntan entre sí y a la encargada de Comunicación de qué trata el evento de hoy, la instalación de los Comités de Programas para el Bienestar. La funcionaria responde que será algo así como la creación de un comité que ayude a la realización de todos los trámites de Bienestar, a responder las dudas; “ah –complementa la idea una reportera–, como en el Centro Histórico”. Los y las reporteras se sorprenden y preguntan para ellos si en este espacio tan pequeño entrará ese comité: “a lo mejor les ponen una lona por allá”.

En el banco de Bienestar del Cbtis 145, en San Jua del Río, a las 6:18 pm, los trabajadores del gobierno terminan de colocar las escasas sillas, los escasos caballetes con fotos y barrer la escasa grava. Ya llegaron. Empieza el acto protocolario, los discursos y datos de cómo en Querétaro “alrededor de 350 mil familias son beneficiadas con al menos un programa impulsado por el Gobierno de México”.

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Tres de esas personas beneficiadas están formadas en el banco, atrás de todo el mitin y escasos micrófonos y escasos globos, parece que poco les importa qué pasa a sus espaldas:

El primero es un señor, adulto mayor, vino a cobrar su pensión, pero el banco “no quiere dar”. Tras minutos de intentarlo, tras la ayuda de una funcionaria, “no quiso dar; inténtale tú, a ver si…”, le dice a su compañero quien esperaba segundo en la fila. Sigue el mismo procedimiento que el primero, nada, a ver si mañana.

El tercero es un joven que acaba de salir del Cbtis, trae su uniforme, sus compañeros lo acompañan, lo esperan en la entrada. A él sí le quiso dar, vino a cobrar la beca.

Termina el discurso, hay aplausos, fotos, “pásenle a tomar algo acá atrasito”, hay agua de cebada, café y pan.

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El agua de cebada es un capricho-regalo del Ingeniero Gaxiola, enlace de Bienestar en Querétaro. Siempre, en cada evento de Bienestar en el estado donde acude el Ingeniero, hay agua de cebada, porque él es de Sinaloa y cada que va para allá se trae unas bolsas con las que la preparan.

Mario Hernández, el chofer del subsecretario de Jóvenes Construyendo el Futuro, probó el agua y le gustó tanto que se robó una bolsita vacía de “Harina de Cebada La India Verdeña, 900 gramos”.

El agua es color café claro, como los chalecos con la leyenda en la espalda de Gobierno de México que porta el Ingeniero Gaxiola y los demás servidores de hoy; sabe fresca y dulce, si nos fuéramos al Sur sería de la familia del pozol o del tejate, no por el maíz, sino por el sabor, aunque un poco más ligero.

–¿En dónde compra esas? –pregunta Mario al Ingeniero Gaxiola antes de partir de regreso a Ciudad de México a dejar a su jefe, porque mañana continúan con la gira.

–¡Hasta sacó la bolsa de la basura para llevársela! –delata la directora de comunicación social.

–No, mira –le dice el Ingeniero Gaxiola y se junta de hombros con él, prende su teléfono, muestra que tiene de fondo de pantalla una foto suya con AMLO–, aquí la puedes conseguir, en Mercado Libre, yo ahí a veces la compro.

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