Por Axel Illescas Tovar
La amistad de más de 25 años las hace empujar a Paty en su silla de ruedas; es la primera vez que se anima a salir después que le fuera diagnosticado cáncer.
En la Plaza Independencia, a las 8:08 am del domingo, con calor que ya prevé la primavera, inicia la carrera. Doblan a la derecha hacia Hidalgo, la primera en sostener la silla es Juanis. Vero, Juanis, Angie y Mariana se turnarán durante los cinco kilómetros de esta Primera Carrera Conmemorativa del Día de la Mujer, para andar junto a su amiga. Durante toda la carrera platicarán sobre ellas, entre risas, recuerdos de hace tiempo, planes para después.
Giran hacia 20 de Noviembre, se separan un poco de todo el contingente de corredoras, hasta atrás; siguen hasta llegar a la intersección con Corregidora: “Tú nos avisas”, le recuerdan a Juanis para que les diga cuando se haya cansado de empujar.
— Estamos compitiendo más que nada por ella, por ella y con ella. Por la vida y la amistad. Para ella es súper importante porque es la primera vez que se anima a salir después de su diagnóstico y de ella salió el querer venir y convivir con nosotras y con todas las mujeres que están corriendo hoy.
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Casi al llegar al Centro Cívico, Juanis bromea con que esta parte está inclinada, “aquí me voy a subir los pies y nos vamos a ir de bajada”; “ándale, como los carritos del super”, contesta Angie.
Ya están a 40 metros de doblar en U sobre la misma calle; frente al Parque de los Guzmán, las competidoras que van delante de ellas, a su izquierda, les dan ánimos, “Vamos chicas, vamos”. Dan vuelta, la pendiente que hace minutos era bajada ahora se complica, “cuidado ahí con la coladera”.
Paty trae en la pantorrilla derecha un tatuaje de un caballito de mar, es porque su esposo también se hizo uno, ella se lo quiso hacer igual, su esposo también es sobreviviente de cáncer. Tienen 26 años de matrimonio. Para Paty el caballito de mar que se hizo su esposo representa el macho que cuida a los hijos. El amor incondicional de los caballitos de mar, cuando encuentran una pareja ya nunca la dejan.
Ahora hacia la derecha por Ayuntamiento, Juanis pasa la responsabilidad de avanzar a Angie; el paramédico de la Cruz Roja, en su moto pregunta que si todo bien; “todo bien”, responden.
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Al llegar a la espalda de la Prepa UAQ recuerdan a su compañero Julián de la universidad, el que le ponía papas a sus sándwiches. El hablar de comida les abre el apetito, platican a dónde irán a desayunar cuando crucen la meta, proponen que sea algo un poco lejos del Centro porque intuyen que las demás competidoras también buscarán algo, así que estará muy lleno todo aquí.
Doblan a la izquierda para subir por avenida Juárez. Mariana recibe una llamada y se queda atrás, las vuelve a alcanzar y pide impulsar la silla. Ya llegan, entran por Hidalgo; justo al doblar la esquina, la silla se atora en el piso tan irregular y desatendido característico del Centro; ellas se ríen, disfrutan. Hicieron una promesa para esta carrera: “Si te caes, nos caemos todas”.
Juanis pide, con razón porque ella empezó y debe ser quien termine, sostener la silla de ruedas. Ya se ve a lo lejos la meta, la ambulancia empieza a pitar, le acompañan los autos de atrás, al llegar al inicio de la Plaza Independencia, en la esquina, Paty se para de la silla, los últimos 30 pasos, avanza, todas le aplauden, la animan, los fotógrafos preparan para capturar la mejor postal. Mariana ayuda a Paty, la sostiene del brazo, Angie comienza a grabar, a su costado está Vero, Juanis empuja la silla ahora vacía. Juntas a las 9:24 am, cruzan la meta.
—Estoy agradecida con mis amigas que me ayudaron, me motivaron todo el camino —dice Paty entre alegría—, y todas las personas que vinieron a correr, todas estas mujeres guerreras que vienen a correr.
—Y primero Dios, la segunda carrera aquí vamos a andar y Paty caminándole —platica entusiasmada Vero.